jueves, 28 de agosto de 2008

Sobre "Paranoid park" de Gus Van Sant

Primero, Paranoid Park es un lugar físico. Una pista de skate construida por unos adolescentes en Oregon, Portland. Allí se "adquiere experiencia" (drogas, delincuencia, historias densas). Segundo -y paralelamente- Paranoid Park es un estado entre onírico e imaginario, a la manera de un sitio- talismán, un centro de gravedad que atrae irremediblemente hacia sí, puro mérito del bellísimo lenguaje que encontró Gus Van Sant para mostrarlo.

Porque Paranoid Park -la película - construye toda su magia a partir de un descubrimiento estético notable: la extracción de belleza a partir de la velocidad (lenta) de las cosas. Hay una obsesión, un cuelgue, en esos momentos de cámara en mano, Super 8, que filma a los skaters volando por el aire, por ejemplo. Apenas comenzada la peli ya hay una escena de esas, que se van a repetir casi insistentemente después. La pista, los rayos de sol, las rampas. Pero sobre todo, los cuerpos y sus ondulaciones.

Y la clave adolescente. Van Sant encuentra la forma de aniquilar el lugar común en el modo de filmar chicos y chicas en esa edad. Ese lugar común que sugiere torpeza, edad del pavo, movimientos desalineados. Lo que en otro cineasta hubiera sido lugar remanido, en VS es el descubrimiento de una belleza intrínseca. Con sus propios códigos. Lo que nos muestra, en esa lentitud de irresistible seducción, son los códigos de ghetto, de tribu: pantalones XL flotando, cayendo, mostrando vientres lisos e imberbes; zapatillas, tablas, canguros. Por momentos la música ambiental se detiene y quedamos en un suspiro, mirando. La lección es: la belleza se construye, con los elementos propios del cine.

Esto es lo que más me gustó. Después, claro, hay una historia. Hay un dramatismo que se desencadena en bloques, en etapas, complejizándose, dando lugar a elucubraciones tenebrosas. Si bien la historia atrapa, al salir del cine sentí que no era lo más importante. Me había quedado colgado con la música de Elliott Smith y esas tablas volando, y los destellos de sol tapando la lente.


miércoles, 6 de agosto de 2008

Reviews: "Carried to dust", Calexico (08)

Lo primero que pienso cuando suenan los primeros acordes de "Victor Jara's Hands" es que los Calexico volvieron a un lugar conocido. Cuando observamos el arte de tapa (con esas tipografías y dibujos de comic) la idea de un retorno al hogar va tomando más fuerza aún. Pero no se trata de una vuelta atrás (que podría sonar lógica luego de ese tibio paso en falso que fue "Garden ruin", un disco algo aburrido, donde el grupo dejaba de lado su costado más ambiental y rycooderiano para meterse de lleno en el corazón de unas canciones meditabundas). Enseguida entendemos que lo que se propone aquí es un resumen, un balance de ambos aspectos del grupo, el paisajístico y el songwritting.

Pero avanzando en "Carried to dust" (ahí nomás, a la altura de "Writer's Minor Holiday", track 5) uno se pregunta si Calexico no está corriendo el riesgo de repetir su fórmula, en gran parte, la que diseña su ambiente sonoro, la que en otros experimentos notables de estudio le otorgó ese color a polvo tan especial. Lo que suena en este álbum es la falta de aventura, de riesgo, de lo novedosa que se nos presentaba la experiencia a medida que se iba descubriendo (como por ejemplo en el magistral "Feast of wire"). En "Carried to dust" ya sabemos, más o menos, lo que va a pasar.

Reviews: "Beautiful future", Primal Scream (08)

Primal Scream es de esas bandas a las que siempre les vamos a pedir más. Por la sencilla razón de que ya demostraron- no en una sino en varias ocasiones- que estaban un paso más allá, anticipando lo que venía. En ese sentido, los escoceses parecen formar ese team de grupos (con Sonic Youth, con Stereolab, entre otros) que sonarán siempre como sinónimo de "modernidad". ¿Será este un regreso en forma para los de Bobby Gillespie después de ese disco de transición que fue "Riot City Blues"? Los produce Paul Epworth (Bloc Party) y Bjorn Yttling, de Peter, Bjorn & John. Pasen y escuchen...

"Beautiful future" abre el disco de manera energética, bien arriba. Un tema para manejar autos veloces y mirar la ciudad pasar. Suenan unas campanas que le dan un timbre especial al tema.

En "Can´t go back" los escuchamos cercanos al sonido de The Klaxons, con una melodía repetitiva y adictiva montada en plena adrenalina rítmica. Forma un tándem con el primer tema y le dan un comienzo bien arriba al disco.

"Uptown" los trae de nuevo a sus frecuentes coqueteos con el soul. Es un mid tempo agradable que baja un poco los decibeles del álbum pero le otorga un sabor más funk.

En "Suicide bomb" Bobby Gillespie canta como si se acordara de sus viejos amigos de Jesus and Mary Chain. El estribillo (montado sobre machacantes baterías) recuerda los trips-noise-tribales de los hermanos Reid. A esta altura el disco quizás se haya caído un poco con respecto al comienzo.

Para la segunda mitad, "Zombie man" quiere volver a poner las cosas en algún lugar entre "Come together" y aquellas piezas entre soul y funkeras de "Give out but don´t give up" (un disco aún polémico). Nunca entendí estos gustos entre gospel y soul del grupo, a decir verdad.

"Beautiful summer" (otra vez la palabrita "beautiful") es un mid tempo suave y calmo, con manejo de climas y la voz de Bobby en estado de reposo. A esta altura, el disco ya recorrió varios estilos y tempos. La letra dice "love is a drug/ love is a demon".

"I Love To Hurt (You Love To Be Hurt)" los muestra en lenguaje electrónico, retomando el sonido de "Evil Heat" en un clásico ritmo arrastrado marca de fábrica que luego se suelta y levanta vuelo. Algo en la construcción de la métrica de la estrofa me hace acordar a "Go let it out" de Oasis. El disco se vuelve a poner interesante, después de ir y venir un poco a los tumbos.

Con "Over and over" (tema 9, casi ya terminando el álbum) nos damos cuenta que todo el disco está marcado por estas subidas y bajadas y nunca terminará de engranar. Esta es una balada con fondos de slide guitars y ese tufillo a cosa ya probada en "Star" o en "Damaged", de "Screamadellica".

"Necro Kex Blues" quiere levantar otra vez la puntería a base de ese rock que los PS saben tocar pero que a mí nunca me convenció demasiado. Sonido orgánico que los lleva de nuevo al punto de partida. Para levantar el volumen (un poco) otra vez.

BF sigue un poquito más con "Urban guerrilla" (un rock intrascendente en la veta de "Rocks") y "13 Time Of The Assassins", donde reflotan los instrumentales de carretera. Y así. El disco no está mal, pero deja sabor a poco, y sobre todo a cosa ya testeada. Una especie de paseíto liviano por la galería de estilos que alguna vez el grupo innovó.